domingo, 24 de noviembre de 2019

Lo solemne y lo hilarante de la música. La peligrosidad de confundirlos

 ¡Hola! ¿Cómo están? Otra vez ha pasado un tiempo sin que publique, pero ahora no ha dependido del todo de mí. LO bueno es que puedo estar de vuelta y escribir sobre este tema, acerca del que tanto he reflexionado a lo largo de mi educación musical y del que he obtenido conclusiones que seguirán cambiando con los años  pero que, según creo, conservarán parte de su esencia.
EL tema en cuestión es el papel de la respuesta (tanto por parte de los profesores como de otros alumnos compañeros) al error, la disciplina  y  el acierto de un individuo, en la educación musical de calidad.
Yo tuve la suerte de  que la mayoría de mis profesores de música  trataran  estos aspectos con mucha delicadeza, acierto y amor y que, por lo tanto, si tenía lecciones en grupo, mantuvieran el ambiente mutuo  de respeto y de camaradería.
El error:
Ante él es inaceptable burlarse de quien lo comete por más mal que suene el instrumento,  por muchas  veces que se repita. Lo mejor es hacerle notar al estudiante dónde y cómo ha fallado, si es necesario de formas diferentes  para que lo intente otra vez. Ante falta material de tiempo para este caso se debe  rescatar las cosas que se han hecho bien, y hablar de lo que se deberá trabajar  en una próxima ocasión. Es posible realizar pequeñas y respetuosas bromas sobre cierto aspecto mejorable de la ejecución del artista solo si el ambiente es propicio, si él ya ha realizado alguna  y  si se  lo conoce lo suficiente.
La disciplina:
La perseverancia en la ejecución musical, sobre todo al inicio del aprendizaje, puede no ser una característica del ejecutante. Es importante motivarlo a seguir aprendiendo, de diversas formas, como recordándole sutilmente sus propias razones, mostrándole en ocasiones con ejemplos propios y ajenos los beneficios mentales,  físicos y la facilidad que se adquiere con el tiempo, y recomendándole  obras de renombre de distintos estilos para lograr que se sienta identificado. SI el estudiante ha sido forzado a entrar a clase y el estudio está resultándole  una tortura, lo mejor es hablar con los padres o con él mismo (en caso dado)  para replantearse dejar el instrumento actual y, si es  posible y  lo desea, cambiarlo por otro. EN los casos de indisciplina manifiesta dentro de clase (generalmente en niños que se niegan a tocar ) es importante mostrarse firmes pero agradables y buscar una manera de captar la atención. Este tipo de comportamiento puede responder tanto a la edad o el carácter propios del niño, a la desmotivación por demasiado tiempo de estudio en una sola sesión como a la falta de gusto por el instrumento.
El acierto:
Es importante saber dimensionar y  reconocer los aciertos, tanto en la ejecución en sí como en la actitud del ejecutante. Se lo debe recompensar con palabras positivas, que no incluyen solo una simple felicitación y que pueden proporcionarse sin incurrir  en una excesiva complacencia, blandura o solicitud  por parte del maestro.
En resumen:
Todo esto puede resumirse en respeto, empatía, pasión y amabilidad por parte de todos los integrantes del proceso de educación musical. Si el maestro da el ejemplo equivocado éste puede implantarse en sus estudiantes y hacer que se propague incluso por generaciones. Por ejemplo, implantar  la creencia de que no es posible aprender a cantar, de que los músicos debemos tener un ego superior e inaccesible o de que lo mejor es estudiar rápido y mal. Es peligroso confundir los momentos lúdicos con los  de seriedad en la enseñanza y la práctica del arte, porque puede llevar a Malinterpretación, falta de aprovechamiento e incluso desagrado, disgusto o contrariedad.
Espero que estas recomendaciones sirvan de ayuda, tanto  a profesores como a estudiantes y no solo del área musical. Un músico apasionado, en cualquier rol que se encuentre,  lee, investiga y estudia también  por su cuenta.