lunes, 24 de junio de 2019

lento y doloroso... El camino hacia la perfección.


¡Hola! Soy yo otra vez; he decidido publicar ahora porque estaré un tiempo sin internet y no quería dejar pasar esta idea.
La primera vez que escuché este concepto fue en kung fu, cuando teníamos que hacer los ejercicios de una manera (como lo dice el título) lenta y, por tanto, dolorosa. Después, en el aprendizaje del piano, me di cuenta  por experiencia propia (equivocándome, perdiendo tiempo y haciéndolo mal) de que lo mejor es tocar las piezas lenta y correctamente, una y otra vez, hasta que el cerebro las asimile  sin errores y  que después solo necesitemos  concentrarnos  en  aumentar la velocidad. Recuerdo muy claramente un concierto de las cuatro estaciones de Vivaldi en el que se veía a las claras que el violinista había empezado tocando rápido y mal, y había grabado los errores en su mente. Las notas eran todas imprecisas, no sonaban bien  y no se entendía el conjunto.
“La práctica hace al maestro”; y una buena práctica, lenta cuando sea preciso,  cuidadosa, concisa y efectiva, nos ayudará a llegar antes al objetivo deseado.  
Y ahora sí, esto es todo por hoy. Recuérdenlo, ¡los comentarios me hacen feliz!

Dejarlo y regresar. ¿Se es otra vez un principiante?


Hola! ¿Cómo están? Hoy vengo a hablar sobre algo que nos ha  pasado a todos. Dejar de hacer una actividad y, después de un tiempo, retomarla. Puede ser regresar al colegio o  volver a andar en bicicleta, a practicar algún deporte o  a tocar un instrumento.
Personalmente, el  caso más extremo que me ha tocado vivir ha ocurrido con el piano. Después de aproximadamente  siete años sin tocar  casi nada  he vuelto a tomar clases. Antes de mi primer día me preguntaba. ¿Seré de nuevo una principiante? ¿Recordaré algo? ¿servirá de algo el progreso que tuve siete años atrás?
Efectivamente, la experiencia previa  que tuve me sirvió para continuar. NO recordaba todas las piezas que había tocado, pero tenía más coordinación que alguien que no hubiera tocado nunca y poco a poco pude llegar al nivel en el que me había quedado  y desde allí seguir avanzando.
Después de muchos nervios y de varias experiencias como esta puedo afirmarlo categóricamente. Todo conocimiento sirve de algo, por más ínfimo o lejano que parezca, por más que todo apunte a que no ha quedado nada de él, porque el cerebro siempre retiene algo  si se ha aprendido correctamente.
Y esto es todo por hoy. ¡Gracias por leerme! ¿Cuál es su opinión al respecto?  ¡Los comentarios me hacen feliz!

miércoles, 19 de junio de 2019

"texto" y "no texto". Volviendo a sembrar


¡Hola! ¿Cómo están? He vuelto, después de tanto tiempo… En mi vida han pasado muchas cosas. He mejorado en el canto, más de lo que podría imaginar,  y el año pasado  he  conseguido cantar “and I am telling you” de Jennifer Hudson.
Con respecto a la escritura, la he tenido abandonada por un tiempo, pero ahora estoy bastante activa en ello, haciendo un taller de escritura. ¡Me siento muy animada con él!
EN relación a la lectura, he continuado leyendo, a veces más y a veces menos, más rápido o más lento, pero prácticamente sin pausa.
Y por eso quiero compartir la reseña de un libro que me ha enganchado mucho de un autor que, qué curioso, es español pero tiene un nombre inglés. “el brillo de las luciérnagas”, de Paul Pen.
Tengo diez años y llevo toda mi vida dentro de este sótano. Vivo en la oscuridad con mis padres, mi abuela, mi hermana y mi hermano. Todos están desfigurados por el fuego. Mi hermana lleva una máscara blanca para tapar sus quemaduras, porque papá dice que su cara podría asustarme. Me gusta mi cactus. Me gusta leer mi libro sobre insectos. Y tocar durante horas el único rayo de sol que se filtra por una rendija del techo. Pero desde que mi hermana tuvo al bebé, todos actúan de forma extraña. Creo que me cuentan mentiras sobre quién es el padre, sobre el Hombre Grillo que acecha por las noches, sobre lo que sucedió antes de que yo naciera, sobre por qué estamos aquí encerrados. Por lo menos tengo a las luciérnagas. Llegaron hace unos días al sótano y las he guardado en un bote. Como dice mi abuela, no existe criatura más fascinante que aquella que es capaz de crear luz por sí misma. Esa luz me anima a conocer el mundo exterior, escapar, descubrir qué le sucedió a mi familia. Lo malo es que aquí todas las puertas están cerradas. Y no sé dónde voy a encontrar una salida...
Para mí, un libro atrapante desde el inicio. La perspectiva ingenua y las reminiscencias que lo son  aún más de un niño de diez años, el misterio de la familia quemada, el hito que marcan las luciérnagas, la rutina de los escondidos, la máscara de la hermana, el nacimiento del bebé, el trasfondo de toda la situación, esos son interrogantes que hicieron que no pudiera parar de leer. Y no puedo decir más, aparte de que la historia no deja cabos sueltos y se resuelve magistralmente. Si les gusta este género, se los digo encarecidamente, ¡lean “el brillo de las luciérnagas!
Ahora viene la segunda parte de la entrada. EL “no texto”, con el que he aprendido a través de la negativa lo que son  la coherencia  y la cohesión y  en el que me he divertido tanto.
Hacía calor y teníamos hambre. Luego la llevamos al jardín, porque era muy frío y  oscuro. Se le hizo largo el camino dentro de la casa, para jugar con los niños, en el congreso de Uruguay y nunca más la vio. Se moría de ganas de ir al baño; ¡cantas excelente! Deja de correr, luego fumamos dos cajetillas de cigarros. Me creía lo máximo, jugabas al golf, rompieron doce huevos en el patio de atrás. ¡detente!  Porque los peces bebieron de esta leche, hay dolores en el mundo, no sirven las baterías, sus camas están deshechas.  NO es este el momento, cambié la configuración del teclado. Me levanté airada,  quema papeles importantes. Odiamos la música, la besé enojado, lo olvidaron todo.
¡Hasta pronto y muchas gracias por leerme!