EL tema en cuestión es el papel de la respuesta (tanto por
parte de los profesores como de otros alumnos compañeros) al error, la disciplina y el
acierto de un individuo, en la educación musical de calidad.
Yo tuve la suerte de
que la mayoría de mis profesores de música trataran
estos aspectos con mucha delicadeza, acierto y amor y que, por lo tanto,
si tenía lecciones en grupo, mantuvieran el ambiente mutuo de respeto y de camaradería.
El error:
Ante él es inaceptable burlarse de quien lo comete por más
mal que suene el instrumento, por
muchas veces que se repita. Lo mejor es
hacerle notar al estudiante dónde y cómo ha fallado, si es necesario de formas
diferentes para que lo intente otra vez.
Ante falta material de tiempo para este caso se debe rescatar las cosas que se han hecho bien, y
hablar de lo que se deberá trabajar en
una próxima ocasión. Es posible realizar pequeñas y respetuosas bromas sobre
cierto aspecto mejorable de la ejecución del artista solo si el ambiente es
propicio, si él ya ha realizado alguna
y si se lo conoce lo suficiente.
La disciplina:
La perseverancia en la ejecución musical, sobre todo al
inicio del aprendizaje, puede no ser una característica del ejecutante. Es
importante motivarlo a seguir aprendiendo, de diversas formas, como
recordándole sutilmente sus propias razones, mostrándole en ocasiones con
ejemplos propios y ajenos los beneficios mentales, físicos y la facilidad que se adquiere con el
tiempo, y recomendándole obras de
renombre de distintos estilos para lograr que se sienta identificado. SI el
estudiante ha sido forzado a entrar a clase y el estudio está resultándole una tortura, lo mejor es hablar con los
padres o con él mismo (en caso dado)
para replantearse dejar el instrumento actual y, si es posible y
lo desea, cambiarlo por otro. EN los casos de indisciplina manifiesta
dentro de clase (generalmente en niños que se niegan a tocar ) es importante
mostrarse firmes pero agradables y buscar una manera de captar la atención.
Este tipo de comportamiento puede responder tanto a la edad o el carácter
propios del niño, a la desmotivación por demasiado tiempo de estudio en una
sola sesión como a la falta de gusto por el instrumento.
El acierto:
Es importante saber dimensionar y reconocer los aciertos, tanto en la ejecución
en sí como en la actitud del ejecutante. Se lo debe recompensar con palabras
positivas, que no incluyen solo una simple felicitación y que pueden
proporcionarse sin incurrir en una
excesiva complacencia, blandura o solicitud
por parte del maestro.
En resumen:
Todo esto puede resumirse en respeto, empatía, pasión y
amabilidad por parte de todos los integrantes del proceso de educación musical.
Si el maestro da el ejemplo equivocado éste puede implantarse en sus
estudiantes y hacer que se propague incluso por generaciones. Por ejemplo,
implantar la creencia de que no es
posible aprender a cantar, de que los músicos debemos tener un ego superior e
inaccesible o de que lo mejor es estudiar rápido y mal. Es peligroso confundir
los momentos lúdicos con los de seriedad
en la enseñanza y la práctica del arte, porque puede llevar a
Malinterpretación, falta de aprovechamiento e incluso desagrado, disgusto o
contrariedad.
Espero que estas recomendaciones sirvan de ayuda, tanto a profesores como a estudiantes y no solo del
área musical. Un músico apasionado, en cualquier rol que se encuentre, lee, investiga y estudia también por su cuenta.